Mi forma de trabajar no nació de un manual, sino de la experiencia acumulada, los vínculos sostenidos y las preguntas que no siempre tienen respuesta.
Antes de llegar a la psicología, transité por muchos trabajos que no aparecen en los currículums. Espacios inseguros, mal pagados, con silencios largos y decisiones difíciles. Durante años viví esa inestabilidad como una herida. Hoy reconozco que también me transformó.
Esa trayectoria diversa —aunque a veces la haya visto como un problema— me ha dado una mirada más amplia, más humana, más sensible a lo que no se dice. No llegué a la consulta desde la teoría, sino desde la experiencia. Y eso, aunque no siempre se vea, está presente en cada vínculo que sostengo.
El giro hacia la psicología general sanitaria no fue un salto, sino una transición consciente. Me formé, me especialicé, y fui afinando una forma de estar en consulta que prioriza la autenticidad, el respeto por el ritmo de cada persona y una mirada ética que sostiene sin invadir.
He transitado distintos contextos clínicos: Mensalu, NB Psicología, Policlínica Acacias y mi consulta privada online. Cada espacio me ha ofrecido algo distinto: herramientas, límites, aprendizajes, y sobre todo, personas.
Hoy, mi práctica se apoya en una estructura clara y accesible, con un enfoque sobrio y emocional, donde el vínculo terapéutico no es un medio, sino el centro del proceso.
Esta evolución no está cerrada. Sigo afinando, cuestionando y aprendiendo. Lo que comparto aquí es una fotografía en movimiento: un modo de estar que se construye en cada encuentro.